Mario Siede es Coordinador del Programa de Apropiación de la Agenda 2030 en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNER. En el marco del programa radial de la Facultad de Ciencias Económicas, “Economía de Bolsillo”, Mario conversó sobre la Agenda 2030 de Objetivos de Desarrollo Sostenible, y su reestructuración, continuidades y potencialidades en contexto de pandemia.

-Conviene comenzar recordando qué son los Objetivos de Desarrollo Sostenible:

Mario Siede: allá por el año 2000 todos los países del mundo reunidos en Naciones Unidas armaron una primera agenda compartida que tenía ocho objetivos y que llamaron “los objetivos del milenio”: proponían colocarlos en agenda a nivel del mundo hasta el año 2015. A partir del 2015 se rediscuten y de esos primeros ocho objetivos se arma una agenda más amplia y compleja con 17 objetivos y con 163 metas que son aprobadas y a ser desarrolladas al 2030 como horizonte temporal. Al ser una agenda de consenso tiene que permitir que todos los países con diferentes sistemas, regímenes, e ideologías políticas puedan sumarse.

Es un consenso básico de la humanidad, una agenda propositiva ya que no tiene una fuerza obligatoria ni una fuerza política que obligue a su implementación. Los ODS 2030  ponen en agenda un conjunto de pautas, objetivos y metas que son valiosas para la humanidad y que provocan procesos conjuntos, la mayoría de ellos indivisibles y que no suceden en el recinto de las naciones unidas, sino en los ámbitos de gobierno más reducidos, en las organizaciones de la sociedad civil, en los gobiernos provinciales, en los municipios, lo que ha permitido que empezaran a estar en agenda.

Lo interesante es que coloca temas que nos tocan en el día a día, ¿Quién puede no estar
tocado por el tema de la pobreza, de la calidad en la educación, el trabajo decente, el acceso a la salud? Básicamente tienen una función informativa, que permite a mucha gente enterarse de los temas en agenda y otra función provocativa para aquellos que gobiernan (en sentido amplio). No solamente gobiernan los presidentes, gobernadores e intendentes; nosotros también gobernamos en ciertos espacios: por ej: en el espacio de aula, en la universidad. Hay compromisos que se pueden asumir y que pueden estar alineados con estos objetivos del desarrollo sostenible.

Esta pandemia ha dejado traslucir con mucha fuerza la importancia de algunos temas que están colocados en la agenda (tema ambiental, de la tierra en general). Los objetivos son miradas deseables, son un espejo en el cuál podemos tratar de mirar nuestra propia realidad. La idea es que sean elementos que nos sirvan para concursar con la realidad.

– ¿Como se venía trabajando hasta el momento y como será de aquí en adelante?

Mario Siede: Hasta este momento los estados que acordaban con la agenda 2030 se comprometían a ajustar sus planes estratégicos de gobierno (nacionales y provinciales) tratando de alinear los objetivos a las metas de ODS. La argentina lo hizo, tanto en el gobierno de Cristina cómo con el de Macri. De las 24 provincias hay alrededor de 20 que han firmado convenios con el área que gestiona esto a nivel nacional. Y provincias cómo Córdoba y Santa Fe han mostrado como se están haciendo cosas que se alinean con los ODS.
Ahora bien, esto fue hasta la llegada del Covid-19. A medida que pasa esta pandemia empiezan a haber algunas impresiones: hay un problema político con el liderazgo global, nunca en el planeta hubo tanta falta de liderazgo global, quedó demostrado que no hay un liderazgo mundial, lo que refleja un tipo de mundo, un tipo de política y la ausencia de proyecto relativamente claro para el conjunto de la humanidad, lo que es preocupante. No hubo una coordinación global. Los Estados deberán pensar nuevamente para qué sirven las naciones unidas, los organismos internacionales como UNICEF, OMS, OPS; las naciones unidas se ha convertido en grandes estructuras burocráticas que en ocasiones no están a altura de las necesidades de los pueblos, lejos de las necesidades concretas que están viviendo las poblaciones. La radical transformación del planeta que está sucediendo hará que se rediscuta la agenda 2030, ya que no se puede seguir con una agenda que se pensó en el 2015 después de atravesar este período de excepción que nos ha puesto la pandemia y que nos interpela y dónde se han colocado tantos desafíos, tanta incertidumbre. Evidentemente se deberá dialogar y aceptar que no se estaba viendo todo el panorama.
La agenda 2030 tiene que ser revisada y teniendo en cuenta tener en cuenta que es lo que va a quedar. No va a haber “después”, habrá continuidad.

– En este contexto tan particular, y con las perspecivas de continuidad y reestructuración, hay posibilidades de un nuevo consenso global?

Mario Siede:  No se puede hacer futurología, pero si se pueden hacer algunos ejercicios de prospectiva (la parte de la planificación que estudia cuáles pueden ser los futuros probables, posibles y deseables).
Juega la posibilidad de una agenda mundial. Si fuera por los líderes de las 6 o 7 potencias del mundo no tendría esperanza en un ejercicio de dialogo productivo y fructífero. Por suerte tenemos otros niveles, otros espacios para pensar cómo dialogar: diálogos que se pueden dar entre intendentes, personas que tienen que resolver cosas de la vida cotidiana todo el tiempo; entre gobernadores, quienes miran una realidad y se ponen de acuerdo en cómo actuar y de allí surgen acuerdos regionales; provincias que se sientan igual respecto a la pandemia y que pueden hacer cosas conjuntas.
Es probable que tengamos que ir viendo cuáles son los nuevos espacios de diálogos y no
pensar en el mismo modelo anterior de que todos los presidentes se reúnen en el Naciones
Unidas.

¿Cuáles son las perspectivas de Planificación de largo plazo, y los posibles caminos a seguir?

Los que trabajamos en planificación hacemos una conexión entre pasado presente y futuro. Hay una conexión que es esencial y propia del proceso. Las tendencias que podemos tener hacia adelante van a tener mucho que ver de como pensamos el pasado, dependerá el grado de incomodidad que tengamos con ese pasado, con ese diálogo (o no diálogo) y modelo del pasado; y viendo las necesidades del presente, tal vez podamos pensar algún tipo de futuro deseable que sea un más dialogado, más consensuado, donde esté la posibilidad de que todos los actores sean escuchados.
Hay convicciones en donde las personas pueden empezar a pensar que su voz tiene peso, que ese peso puede ser expresado y que su voz puede ser oída. Los gobiernos tienen que empezar a habilitar espacios de escucha (gobierno en sentido amplio: gobierno de la ciudad, de la universidad), hay que escuchar porque hay muchas cosas contenidas e ideas muy buenas para salir de los moldes tradicionales.
No viene ningún virus a decirnos que es lo que tenemos que hacer, es la conciencia crítica, la discusión y las posibilidades de decir que “de esta situación en la que vamos a quedar (post pandemia) podemos empezar a construir un modelo diferente de desarrollo”.
Hay que armar espacios nuevos, que corren por nuestras cuentas. Lo que puede ser
complicado es pensar que se sale de esto con paternalismos (de cualquier color político). Se sale de esto con una trama organizacional nueva de nosotros como sociedad, esa trama
organizacional mostró que en muchas cosas no estábamos en condiciones de afrontar
desafíos. Eso es algo que interpela el razonamiento e interpela la formación.

Hay 17 Objetivos de ODS que son una guía valorativa en términos morales: Como la agenda 2030 es parte de un acuerdo global en dónde se busca tener el mayor grado de consensos posibles, obviamente cuando se contrasta la agenda con la realidad
de los países hay distancias, dado que la agenda es prepositiva y normativa, y la realidad es otra cosa.

En esa agenda está: lo ambiental, lo económico y lo social. Como ese ámbito de naciones
unidas es un ámbito de consensos, a veces no surge con fuerza el cuarto aspecto, o en todo caso el aspecto que une a las tres cosas, el aspecto político. Lo social, lo ambiental y lo económico no están sueltos, están involucrados, articulados y movilizados por la dimensión política, entonces no solo hay que tomar la agenda 2030 como una pauta interesante para discutir cómo queremos desarrollarnos, sino que hay que politizarla y somos nosotros quienes debemos realizarlo. La agenda nos interpela a nosotros a politizar esos objetivos. Cuando la política pública la tome y la realice estaremos haciendo lo que hay que hacer. Politizar la agenda 2030.